Terapia Gestalt y Terapia Hortícola_ Puntos de encuentro para sostener y transformar

Terapia Gestalt y Terapia Hortícola: Puntos de encuentro para acompañar  y transformar
por Claudia Sarolli

Claudia Sarolli es Comunicadora para el Desarrollo de la Pontificia Universidad Catolica del Perú y

Terapeuta Gestalt del Centro Gestáltico del Perú. Actualmente es estudiante del Instituto de Horticultura Terapéutica & Social (IHTS) y, desde su proyecto @bosque_pe, fomenta el acercamiento y relación entre humanos y plantas. Ha creado y acompañado Talleres de Horticultura Terapéutica desde el 2021. 

Introducción

Lima fue una de las ciudades más golpeadas por la pandemia del COVID-19 en Latinoamérica, con una de las tasas de mortalidad más altas de la región. Solo entre marzo y septiembre de 2020, se registraron más de 14,000 fallecimientos. Las estrictas medidas de confinamiento acentuaron el aislamiento y dificultaron profundamente los procesos de despedida. Como muchas personas en ese tiempo, enfrenté la pérdida de un ser querido —mi padre— sin los rituales ni las redes de contención que tradicionalmente ayudan a sostener el dolor.

Poco después emprendí un proyecto para acompañar nuestros tiempos difíciles a través del contacto e interacción con las plantas. Empecé ofreciendo kits de siembra con plantas para principiantes, y quedé sorprendida con el recibimiento. Con un panorama donde la muerte parecía estar en todos lados, conocí a decenas de personas que buscaban aprender a cultivar el cuidado de la vida. Hoy, gracias a la formación en horticultura terapéutica recibida en el Instituto de Horticultura Terapéutica y Social (IHTS) en Perú, acompaño talleres con el mismo enfoque.

En este blog busco ilustrar un paisaje de puntos de encuentro entre la terapia Gestalt y la terapia hortícola, así como presentar una experiencia de un taller grupal de horticultura terapéutica. Finalmente, considero necesario visibilizar ambas terapias como vías que pueden nutrirse y complementarse para atender a las necesidades de las crecientes poblaciones urbanas. 

Fundamentos de la terapia hortícola y la terapia Gestalt 

Tanto la terapia Gestalt (TG) como la terapia hortícola (TH) se nutren de fundamentos diversos. Ambas se sostienen en enfoques eclécticos, es decir, integran valores, ideas y técnicas provenientes de múltiples escuelas y filosofías. Esta apertura permite adaptarse a distintas realidades y necesidades, respondiendo con sensibilidad a las particularidades de cada persona y colectivo. En el caso de la TG, por ejemplo, se trata de una síntesis viva entre filosofías existenciales, fenomenología, enfoques corporales, arte y psicoterapia relacional.

Recuerdo claramente que la primera vez que accedí a un espacio terapéutico tradicional, la consigna era clara: privilegiar el pensamiento. Explicar, justificar, encontrar las razones detrás de lo que sentía. Pero cuando conocí la terapia Gestalt, apareció una alternativa distinta: una vía más encarnada. En lugar de «entender», se trataba de sentir, nombrar y habitar la experiencia.

La TG es una forma de psicoterapia fenomenológica centrada en el crecimiento personal. En esa misma línea, Levine (2012) afirma que la terapia Gestalt busca ampliar la conciencia de cómo nos relacionamos, no solo con personas, sino también con el mundo que habitamos. En su enfoque contemporáneo, la TG pone especial atención al campo relacional: confía en el poder sanador que tienen los vínculos y los espacios compartidos con otras personas (Bloom, 2011; Yontef& Jacobs, 2010).

Conocí sobre la terapia hortícola durante mi tiempo de duelo en el primer año de la pandemia, cuando leí una entrevista a Matthew J. Wichrowski (Oakes, 2019). En ella se menciona que esta práctica consiste en usar las plantas y las actividades relacionadas con ellas como herramienta terapéutica. Según Peña (2013), la terapia hortícola (TH) es un proceso activo, guiado por un terapeuta calificado, dentro de un plan estructurado, con objetivos terapéuticos definidos. A su vez, se distingue de la horticultura terapéutica, que si bien también promueve el bienestar, no implica necesariamente una evaluación ni medición sistemática de objetivos.

Una convergencia clara entre estas dos prácticas es que invitan al cliente a experimentar, a salir del dominio puramente mental. Ya sea a través del contacto directo con las plantas o mediante propuestas dialogales, corporales, artísticas o psicológicas, el proceso terapéutico se despliega desde la vivencia concreta, no solo desde el pensamiento. Se trata de sentir antes que explicar, de experimentar antes que analizar.

El psiquiatra Stanislav decía: Es imposible justificar la vida y hallarle sentido por medio del análisis intelectual y el uso de la lógica solamente. Es necesario alcanzar un estado en el que se experimente emocional y biológicamente que la vida vale la pena. Grof (2001)

El cuerpo como recurso terapéutico para estar aquí y ahora

Tanto la TG como la TH comparten un interés profundo por el cuerpo y los sentidos como vía de acceso al presente y al proceso emocional. En la terapia gestalt, se presta especial atención a las sensaciones físicas como un canal para conectar con las emociones y favorecer el darse cuenta. En palabras de Joseph Zinker:

Cuando una persona participa creativamente en el proceso gestáltico, yo espero que ella avance hacia un contacto más pleno con sus sensaciones, aprendiendo a oler, a saborear, a tocar, a oír y a ver, de modo que pueda apreciar todos los aspectos de sí misma. (Zinker, 2000)

Esta atención a lo sensorial se refleja también en la práctica clínica. Como terapeuta, es común escuchar a clientes, en medio de relatos ansiosos marcados por rutinas exigentes, expresar frases como: “es como que necesito un respiro”. En esos momentos, propongo hacer una pausa. Invito a cerrar los ojos, llevar la atención al cuerpo y a la respiración. Acompaño el proceso de inhalar y exhalar conscientemente. Poco a poco, el cliente logra regular su experiencia y acceder a un estado diferente, más calmo, desde el cual puede contemplar con mayor claridad su situación presente.

De manera análoga, en la terapia hortícola, el contacto directo con la tierra, el agua, los aromas y las texturas activa los sentidos y favorece la integración entre mente y cuerpo. Esta inmersión sensorial no solo contribuye a la autorregulación emocional, sino que fortalece el vínculo con el entorno natural. Como señalan diversos estudios, la experiencia concreta con los ciclos y ritmos de la naturaleza, vivida a través de los cinco sentidos, reduce la sensación de aislamiento y promueve sentimientos de reciprocidad y pertenencia (Berger, 2009; Cahalan, 1995; Harris, 2009).

En ambas terapias, se prioriza el “cómo” por encima del “por qué”. Más que buscar explicaciones o racionalizar lo que se siente, se invita a describir la experiencia tal como se manifiesta en el presente, sin juicio. Este enfoque no solo favorece una mayor autenticidad, sino que permite una conexión más profunda con el aquí y ahora—una base esencial compartida por ambos enfoques terapéuticos.

Tomando el aquí y ahora como punto de partida, es importante subrayar que los conflictos de la persona, aun cuando hayan ocurrido en el pasado, si no se han resuelto (asimilado), siguen activos en su presente. Es decir, nuestras necesidades psicológicas y emocionales insatisfechas permanecen vigentes influyendo en nuestra vida actual. (Sánchez, 2015). Es nuestro rol como terapeutas acompañar a que los clientes hagan figura de las necesidades pendientes que tienen hoy. 

Desde la terapia Gestalt, esto se realiza a través del método fenomenológico del darse cuenta, que promueve la observación y vivencia de lo que está ocurriendo en el momento presente —lo que se siente, se piensa y se hace— más que centrarse en interpretaciones, recuerdos o ideales futuros (Yontef, 2002). De manera similar, en la terapia hortícola, el acto de cuidar una planta, observar su crecimiento o preparar la tierra exige una presencia activa, anclada en el aquí y ahora. Esta conexión con lo vivo invita a una atención plena que, más allá de la palabra, facilita el contacto con lo esencial de la experiencia presente, abriendo un espacio de calma, sentido y transformación.

Procesos creativos y experienciales

El aspecto más visible de la terapia Gestalt suele estar en sus técnicas. Los terapeutas gestaltistas son personas prácticas que se enfocan, ante todo, en acompañar a otros en su maduración emocional (Latner, 2007). Para ello, se entrenan en herramientas como el psicodrama, la técnica de la silla vacía, el trabajo con sueños, el arte, la conexión con los órganos, entre otras. Estas prácticas permiten maximizar los beneficios potenciales de la terapia, cuyo enfoque vivencial y corporal ha demostrado favorecer los procesos de transformación emocional. Un ejemplo característico de la comunicación gestáltica es el énfasis en el sentir por sobre el pensar.

Por su parte, la terapia hortícola (TH) es una modalidad de tratamiento que utiliza plantas y materiales vegetales para promover el bienestar físico, cognitivo, social, psicológico y general de quienes participan en ella (Simson&Straus, 1998). A través de actividades como sembrar semillas, podar, limpiar hojas, regar o simplemente tocar la tierra, se fomenta un reencuentro con los ritmos naturales, propiciando un equilibrio interno. Esta forma de intervención, a la vez práctica y simbólica, facilita la expresión emocional, despierta la creatividad y estimula el desarrollo personal.

Al igual que la TG, la TH propone un camino de interacción y presencia que trasciende lo meramente verbal o cognitivo. Ofrece códigos alternativos para habitar el mundo interior y el entorno, abriendo otras formas de contemplar, sostener y transitar los procesos emocionales.

En este sentido, es evidente el poder proyectivo que emerge al relacionarnos con las plantas o al observar los ciclos de la naturaleza. La antropomorfización de estos procesos —por ejemplo, al ver en una planta marchita nuestra propia fragilidad— facilita una reflexión profunda sobre nuestra existencia. Las técnicas pasivas, como el trabajo con los sentidos y las proyecciones, resultan ser accesibles y eficaces para reconectar con una naturaleza de la que muchas veces nos sentimos disociados (Scull, 2009; Jordan, 2015). Tal como sugieren Selhub y Logan (2012), dirigir la atención a los procesos del entorno puede generar un efecto terapéutico restaurador.

En lo personal, me conmueve observar cómo el ciclo de germinación, florecimiento, marchitez y transformación en compost refleja nuestros propios ciclos vitales. Estos ritmos invitan a los clientes a reflexionar con profundidad sobre sus momentos de crecimiento, pérdida y renovación.

La contemplación como recurso, tanto en la terapia hortícola como en la Gestalt, cumple un rol fundamental. En esta última, no solo se contempla el mundo exterior, sino también el universo interno. Se acompaña al cliente a observar sus propios diálogos internos —los llamados vínculos intrasíquicos—y a reconocer, por ejemplo, la relación entre el “exigente” y el “exigido”, roles que con frecuencia aparecen en el espacio terapéutico.

Este tipo de trabajo favorece una nueva forma de relacionarse: no solo con otras personas, sino también con uno mismo y con otros seres vivos. La experiencia compartida con el entorno permite abrirse a una reconfiguración más amplia y sensible de la realidad.

Finalmente, las sesiones de terapia hortícola brindan oportunidades concretas para experimentar el sentido de logro, cuidado y orgullo. Esto resulta especialmente valioso en personas que atraviesan estados depresivos, donde cultivar una planta o sostener su vida puede simbolizar y activar el reconocimiento de la propia fuerza y resiliencia como ser vivo.

Talleres de horticultura terapéutica para acompañar el duelo y abrazar los ciclos de la vida

Hay vida  del
otro lado  del
miedo.  Pero
primero  está
el miedo. 
Walter Lezcano

Después de la Segunda Guerra Mundial, la terapia de grupo empezó a tener un apogeo por la demanda de atención masiva. De esta forma, hospitales americanos y británicos se convirtieron en semilleros de terapeutas de grupo (Kaplan y Sadock, 2001). Joseph Pratt, uno de los pioneros en impartir terapias grupales, comprobó que más importante que sus palabras, era el clima que se creaba en el grupo mismo: el vínculo entre quienes lo conformaban producía la mejora.  

En la terapia de grupo, tanto la interacción cliente-cliente, como la cliente-terapeuta se utilizan para efectuar cambios en los procesos de los participantes. Así, el grupo se convierte en un escenario que sirve como instrumento de cambio. (Varas, 2011).  De esta manera, con la confianza en lo sanador del vínculo social, he ofrecido diversos talleres de horticultura terapéutica desde el año 2022. En el presente trabajo, menciono un taller realizado en mayo del año 2024.

Taller “Amor que trasciende”

Por el día de la madre, ofrecimos el taller “Amor que trasciende”. Este fue un espacio para darle lugar y tiempo al duelo de mujeres cuyas madres habían fallecido. Durante el taller, invitamos a las participantes a evocar recuerdos conectando con el cuerpo; propusimos escribir una carta y armar un ramo floral para honrar la vida y la partida de la madre, transformando la pérdida.

En este taller exploramos el terreno emocional del duelo de la figura materna a través del enfoque de la horticultura terapéutica y terapia Gestalt. Nos acercamos a las flores para detenernos en sus olores, sustratos y texturas, y así crear con la conciencia del momento presente.

Perú se mantiene entre los países menos felices del mundo, ubicándose en el puesto 25 de 30 según la última encuesta de Ipsos Global (2025). Al mismo tiempo, Lima registra la menor cobertura de áreas verdes entre las capitales de América (El Comercio, 2024). Aunque las causas del bienestar y la calidad de vida son múltiples y complejas, considero urgente apostar por iniciativas que alivien la presión del ritmo urbano sobre la salud física, emocional y social de sus habitantes.

Desde la mirada de la Comunicación para el Desarrollo, nuestra misión debe centrarse en mejorar las condiciones de vida de las personas y del entorno. En mi caso, el tránsito como paciente de terapia Gestalt me reveló el poder de los procesos emocionales, corporales y cognitivos como raíces invisibles que nutren transformaciones personales y colectivas. Además, mi experiencia desde la terapia hortícola me demostró cómo es posible abrir caminos prácticos, vinculares y comprobados científicamente para abordar el bienestar desde una visión más integral.

En contextos como el de Lima —marcado por el estrés urbano y la desigualdad ambiental— la terapia hortícola y la horticultura terapéutica tienen un potencial transformador único: vinculan a las personas con la tierra, activa procesos creativos y comunitarios, y devuelve el sentido de agencia a quienes habitan escenarios de dolor o desconexión. Tras años de acompañar procesos terapéuticos, reafirmo la importancia de cultivar el cuidado y de recordar que, muchas veces, el solo hecho de intentar ya es suficiente. La pausa, la calma y el crecimiento son posibles.

Imagino a estas terapias como semillas vivas: se siembran desde el vínculo con un terapeuta, y con el tiempo, brotan con fuerza propia, abriendo camino también en su entorno. Como dice Donna Haraway (2019), “en tiempos urgentes no basta con comprender: necesitamos crear espacios donde la vida y el cuidado se entretejan”. En mi práctica, he sido testigo de ese tejido. Acompañando a personas y a plantas, he aprendido que crecer —cuando hay tierra fértil— puede ser un proceso suave, sostenido y profundamente significativo.

Referencias bibliográficas

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